–Madrid, 1966— Profesor emérito durante varios años en la Universidad de Cambridge, que disputaba sus servicios a la de Oxford, una herida por asta de toro, en circunstancias nunca bien aclaradas, truncó su carrera académica. A raíz de este percance, abandonó la docencia e intentó hacer carrera en el mundo de la investigación, en concreto en la investigación tecnológica. Inventor del Facebook, cuando fue a patentarlo se encontró con que unos jóvenes norteamericanos ya lo habían hecho apenas un cuarto de hora antes. Fue innovador, pero no lo suficiente. Dolido por este revés, se entregó al consumo de sustancias prohibidas —clembuterol, nandrolona, eritropoyetina (EPO)…— lo que, además de hacerle batir varias plusmarcas mundiales, le dio a su cuerpo esa musculación y ese perfil griego de lanzador de disco que puede apreciarse en todas sus fotografías. Cuesta abajo en el camino de la perdición, acabó por recalar en el mundo literario, con una primera novela de tal calidad que, al poco de salir a la venta, hubo de huir a Myanmar, donde no existe tratado de extradición con España. Hoy, una vez prescrito su delito, vuelve a editar en nuestro país. Vidas elevadas es su última novela (última en cuanto más reciente, no en cuanto a definitiva y tras la que ya no habrá más publicaciones, como numerosas veces le han aconsejado las autoridades sanitarias).
O quizás sea esto...
Licenciado en Periodismo, ha trabajado para diversos medios como crítico literario y ha colaborado en numerosas publicaciones digitales. Autor de varios libros de cuentos y novelas, siempre ha mostrado un especial desagrado hacia esas solapas abigarradas con títulos, premios y méritos que más parecen una hoja de servicios o un inflado y a veces desorbitado curriculum vitae.